Aparece como corolario de una reflexión de hace cinco años (2013) y poco más o menos viene a decir lo siguiente:
Una persona va por la calle y se encuentra con un billete de cincuenta euros. En principio es una buena noticia, una grata experiencia que supongo que todos desearíamos tener. Sin embargo el deseo es un caballo desbocado y como mínimo siempre va un poco más allá de allí a donde podemos llegar de acuerdo con los recursos que disponemos. Por tanto el gasto al que se van a destinar esos cincuenta euros que hemos encontrado siempre será un gasto de 50+n. Una “n” adicional que corresponde a la diferencia negativa llamada a resultar en nuestro patrimonio entre el momento previo al hallazgo de esos 50 euros y el momento posterior a su concreta aplicación.
Esta es una regla que conocen entre otros las casas de juego que no vacilan en ofertar ciertas sumas para captar apostadores en la confianza de que la pieza compensará sobradamente la carnaza del anzuelo.